Feliz

Por si fuera poco, no puedo alejarme, sin antes agradecerle al artista, Ahmed ALOZADE, por regalarme aquellas dos encantadoras imágenes gatunas, procedentes de su blog, llamado paintdigi y por haber sido la feliz ganadora, de una de sus magníficas obras, llamada «Le Detroit», dedicada de su puño y letra.

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Gracias a todos, por tanto cariño. Los extrañaré…

Esto no es un relato

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Ad portas de mi «voy, viajo y vuelvo», les contaré algunos remotos y escabrosos detalles de mi infancia. Bueno, en realidad, mi infancia nada tiene de escabrosa, pues admito que acabo de emplear ese término, para acaparar cierto grado de atención, pero sí, tiene mucho de remota, pues es evidente, que transcurrió hace bastantes años. Recuerdo que era una niña pelirroja, preguntona y argumentativa, amante de los animales y que me gustaba coleccionar frascos de perfume y piedras de colores, leer cuentos, dibujar, escuchar música, pintarme los labios y beber té, endulzado con terrones de azúcar. Posteriormente, como es natural, crecí y me transformé en la persona que ustedes conocen y ahora, la gran diferencia, es que en lugar de leer cuentos, los escribo, porque la niña que acabo de describir, siempre la llevaré conmigo.

 

Un final y un comienzo

Historias Furtivas

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No me pregunten cómo, pero estoy atrapado en un  laberinto de espejos. Trato de imponer mis pensamientos lógicos para no caer en la locura, pero no logro conseguirlo y paso los días recorriéndolo, en una incesante búsqueda para hallar una salida, pero en cada vuelta o giro que doy, en lugar de una puerta, me encuentro con mi propia imagen repetida mil veces. Qué absurdo; reconozco que hubo instantes en los que disfruté contemplando mi reflejo, pero ahora éste me intimida. A veces no sé si él es la persona y yo el reflejo, o si él es la víctima y yo el victimario, entrelazados de forma indisoluble por un amargo castigo impuesto por el destino. Quién sabe, tal vez mi vida siempre fue así y mis recuerdos sean solo un sueño, uno que yo no elegí, pero que acepté soñar, ya ahora mi laberinto, cuyos espejos parecían hechos…

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Voy, viajo y vuelvo

Como pronto viajaré, junto a mi familia, para tomar vacaciones, estaré ausente de wordpress durante un tiempo. Extrañaré mi blog, porque lo siento como mi segundo hogar y los extrañaré a ustedes, porque he llegado a sentirlos como mi segunda familia.

Antes de irme, quiero agradecerles a todos los que leyeron mis relatos y mis tonterías varias y publicar los premios que algunos de ustedes me otorgaron.

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Ani, de Modelo para armar y Silvia, de Silvianart, me hicieron llegar 2 Infinity Dreams Awards.

Ana Isabel, de Versos en su piel, me ototgó un premio Tags.

Un ecléctico, me premió con una linda copa, de oro virtual.

El Desgranante, Ana Isabel, de Versos en su piel y Silvia de Salafrancablog, llenaron mi estantería con 3 Blogger Recognition Award.

Y finalmente, Cat actitude y Silvianart, me otorgaron 2 lindos y verdes (verde es mi color favorito), Versatile Blogger Award.

De corazón, les doy infinitas gracias y considérense todos premiados de mi parte. Sin ustedes, historiasfurtivas, no hubiese vivido.

Y aunque puede sonar cliché: NO DEJEN NUNCA DE SOÑAR.

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El hombre redundantemente inepto y la pareja perfecta

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La incógnita que debía resolver era si Steve y Olga, realmente, a pesar de su belleza, su juventud y sus gustos afines, estaban hechos el uno para el otro. Para despejar y aclarar las dudas de un posible timo, opté por situarme en la directriz correcta, recapitulando los hechos desde un comienzo. Para partir, técnicamente, ambos se habían conocido a través de Instagram y Steve, hombre caucásico, de facciones finas, ojos marrones y mirada soñadora, que gustaba cambiar el color de su cabello, pues en algunas fotografías se le veía con el cabello rubio, largo y liso, capciosamente vestido de blanco y montando un caballo, también blanco, en contraste con sus otras fotos, donde lucía la tez bronceada y el cabello color castaño oscuro, tempestuosamente revuelto por el viento, armonizaba con el estilo de Olga, una mujer de tipo también caucásico, alta y curvilínea, bello semblante, cabello negro y frondoso, cuyas fotos, tal vez, solo tal vez, eran un poco o excesivamente provocativas, con respecto a las de Steve. Sin embargo, después de recordar mis añejas aventuras pasionales, concluí que, a quién le importaba, el amor es no vidente por antonomasia y nada había de criminal entre la relación amorosa de Olga y Steve. A fin de cuentas, si ambos sublimaban sus sentimientos, dedicándose versos de amor que parecían ser escritos por arcángeles y querubines alados, era gracias al poder de sus sentimientos, tan emotivamente comparables a los de Calixto y Melibea, Romeo y Julieta o Abelardo y Eloísa y nadie tenía ningún derecho a entrometerse. No obstante, me parecía sumamente extraño que, a pesar de su mutua y abnegada veneración, algo insólita, lo reconozco, ellos nunca concertaran ningún tipo de encuentro y más extraño aún, era que Steve fuese idéntico al actor Orlando Bloom y Olga, a la actriz Monica Bellucci y muchísimo más extraño, incluso descabellado, era que Steve era una mujer de 35 años, llamada Ana y que Olga, era un hombre de 50 años, llamado Juan. Deduzco que debido a estos indecorosos e ínfimos detalles, ellos evitaban verse frente a frente y preferían saciar sus ímpetus amorosos por medio de poemas, todos producto de su inconmesurable agonía y para cerrar el caso, dada mi condición de detective privado, al que alguien, no recuerdo quién, solapadamente, me contratara para investigar las correrías de la pareja, instado por la curiosidad de mi profesionalismo y para no dejar ningún cabo suelto, resueltamente, busqué por Google: «Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma misma os quiero». Atónito y, absolutamente, escandalizado, descubrí que ese verso formaba parte de un afamado soneto, escrito por un sujeto que se hacía llamar Garcilaso de la Vega. Finalmente, ya despejada la primera incógnita, el caso había tomado un giro inesperado y me hallaba ante la interrogante más díficil de mi carrera, ¿cómo y por qué los versos de Olga y Steve habían sido, sospechosamente, plagiados por un impostor de Neruda?

Circo Vintage

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Bienvenido muchacho, tengo entendido que eres nuestro nuevo trapecista; si necesitas saber cómo es el ajetreo diario de un artista circense, quién mejor que yo, el famoso payaso de la sonrisa fosforescente, para contártelo. Acompáñame: para ahorrarnos tiempo, te lo diré mientras me maquillo y si deseas tomar apuntes, escucharme o fingir que haces una o ambas cosas, pierde cuidado, hagas lo que hagas, me importa un comino, comprenderás que dentro de este gran circo todos somos nuestro propio circo, y que por más que intente olvidarme de mí, para no recordarme ni extrañarme nunca, no lo conseguiré, pues aunque corriera kilómetros para esconderme, de todas formas mi circo siempre me encontraría, ¿no lo crees? Con respecto a mi repertorio, éste es tan variado, que podría decirse que cargo con el circo entero sobre mis espaldas, pues abarco una extensa gama de divertidísimos papeles. No te sorprendas, eso del payaso triste es solo una historieta operática sentimentaloide, mírame, soy feliz haciendo lo que hago y si en ocasiones estoy desmotivado, dejo que mi intrínseca e innata ridiculez fluyan y, opción A sobreactúo u opción B me siento sobre un tablón para que el público me lance pasteles en el rostro, con el tierno propósito de obtener un peluche, si logran sumergirme dentro de un barril lleno de agua fría. Es muy gracioso, ellos no tienen ni la menor idea que son tan payasos como yo y me uno a sus risas, premiándolos con venias, chanzas y globos de múltiples colores. Es más, incluso aprendí a tocar el banyo y a bailar tap para ampliar mi rutina, y estoy encantado. Quién lo diría, siempre pensé que actuaría en un gran teatro y representaría a Hamlet; en cambio, soy un payaso vintage que forma parte de un circo ambulante y representa payasadas, pero como dicen en las tablas, la commedia è finita, palabras que para mí significan que esta imbecilidad tendrá algún día un final. Muchacho, eso es todo, me alegra que te hayas unido a nuestro espectáculo; ahora es turno de hacer mi aparición y de lucir mi afamada sonrisa fosforescente, que entre nos, esta hecha con el mismo concreto que usé para construir mi vida, uno de primera calidad, resistente al agua, al moho, a las manchas, a las lágrimas, al fracaso, al miedo, al dolor, a todo, resistente a todo, no como el del trapecista a quien reemplazarás, que a la primera grieta se desmoronó, al igual que él y su maldito equilibrio. Ahora, vengan esos cinco, mañana te presentaré a la mujer barbuda y al tragafuegos y te enseñaré cómo debes retorcer un globo inflado por ti mismo, para luego darle forma de perro o de flor.

Una vez el payaso «vintage», apodado así por su edad, abandonara el camarín, rumbo hacia la gigantesca carpa, el joven trapecista hizo amago de huir para nunca más volver, pero se detuvo al recordar que no era posible escapar de su propio circo. Cabizbajo, tomó uno de los lápices de tinta fosforescente del payaso y, a falta de papel, anotó en la palma de su mano: acá, la fragilidad no tiene cabida.

Mi querida Ana Romero, me hizo partícipe del reto de las frases, a través de su blog Versos en su piel. Yo acepté encantada, pero como tiendo a saltarme las reglas, escribiré un pequeño pasaje de la novela La elegancia del Erizo, de Muriel Barberry.

«Tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalitos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes».

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Nomino a Gloria, Junior, Un ecléctico, a continuar con el reto de las frases en sus respectivos blogs. Si tienen alguna duda, pueden consultarle a Ana, estoy segura que ella los guiará estupendamente.

 

 

 

 

La Reina y su Corcel

Historias Furtivas

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Existe un inmenso tablero de ajedrez, tan parecido al mundo, que hasta podría confundirse con él, pues en sus casillas, tan altas como las montañas, habitan piezas tanto o más brillantes que las personas, capaces de tomar sus propias decisiones, prescindiendo de un par de jugadores que decidan por ellas. Como si fuera el mundo, estas piezas viven en eterno conflicto, siempre debatiéndose entre el negro y el blanco, y aunque ya algunas descubrieron el gris, color que, probablemente les brindaría el equilibrio, para ahorrarse problemas optan por ser de uno u otro bando. Es cíclico, un día halagan a la corte blanca y detestan a la corte negra, y al día siguiente viceversa, y si por esos azares del destino existiera una corte de reyes amarillos, rojos o azules, su batahola alcanzaría dimensiones épicas y es fácil suponer, que su encumbrado tablero terminaría por hacerse trizas entre lo alto…

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Un eterno retorno

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Tras cruzar territorio enemigo, afligidos y cansados de tanta muerte, el ejército normando, encabezado por el rey, afrontó su destino, librando una dura batalla contra los sajones.
Jaque
Tras cruzar territorio enemigo, afligidos y cansados de tanta muerte, el ejército alemán, encabezado por el general al mando, afrontó su destino, librando una dura batalla contra los aliados.
Mate
Tras cruzar territorio enemigo, afligidos y cansados de tanta muerte, el ejército terrícola, encabezado por el líder supremo, afrontó su destino, librando una dura batalla contra los venusianos.
Jaque
Tras cruzar territorio enemigo, afligid…
-Suficiente, me harté. ¿Acaso toda la eternidad estaremos atados a este tablero, disputándonos sus almas y decidiendo por ellos?
-¡Cállate y siéntate! Estaremos atados a este tablero, hasta que uno de ellos se haga cargo de su alma y decida cambiar el destino de toda la eternidad.
…os y cansados de tanta muerte, el ejército…

El hombre del té y los 5 latidos

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Tan gastado estaba mi corazón, que, en 1 minuto, latía solo 5 veces, por lo que decidí venderlo para poder comprarme uno nuevo. Sin embargo, por tratarse de un corazón viejo y demasiado sensible, a nadie le interesó y decidí contratar a un corredor de almas y corazones para que me ayudara con el papeleo y los trámites que mi difícil transacción requería. Éste me citó a su oficina, y después de intercambiar las formalidades de rigor, me ofreció un té y se largó a leer los apuntes que le entregué para poder analizar mi caso. Al cabo de 5 minutos, emitió un suspiro desalentador y, reclinándose en su sillón giratorio, cerró los ojos y con los dedos de su mano derecha presionó sus párpados, como si quisiera hundírselos para siempre. Finalmente, detuvo su autotortura ocular y me habló, no para servirme el té, que antes me ofreciera, sino para explicarme que debido a que mi corazón estaba obsoleto, fuera de moda y era demasiado sensible, necesitaría un buen tiempo para reevaluar mi caso, elaborar encuestas y realizar un exhaustivo estudio de mercado, para así poder conseguir compradores. Todo un tema de oferta y demanda, muy difícil de resolver, me dijo, y 5 horas después me citó a una reunión de carácter urgente para exponerme la situación de que, por tratarse de un corazón viejo y demasiado sensible, la demanda por adquirirlo era baja o incluso nula, por lo que tendría que recurrir a su infalible plan B, lo que, dicho en otras palabras, significaba arrendar mi corazón, no en su totalidad, sino a inquilinos para las habitaciones menos dañadas. Me pareció un buen plan y acepté. La primera interesada fue la venganza, pero como no me agradó, la rechacé y, furiosa, jurando vengarse de mí, se alejó. Después vino la tristeza, pero estaba tan triste, que se marchó antes de escuchar un sí o un no por respuesta y, por último, vino la melancolía, quien después de pernoctar 5 días en mi corazón, se puso tan melancólica, que, disculpándose, tomó sus maletas y partió a buscar a su verdadero corazón. Desilusionado del famoso plan B, acudí nuevamente al corredor, en busca de un plan C. Según él, la venganza, la tristeza y la melancolía eran policías encubiertos y, algo histérico, después de mucho pensar; es decir, 5 minutos, ideó un pack promocional, consistente en alquilar tres habitaciones por el precio de una. Accedí y, pronto, la fortaleza, la ironía y la astucia llegaron con sus maletas y se alojaron tan cómodamente, que las autoricé a quedarse el tiempo que quisieran y me olvidé del contrato, pues me sentía renovado y feliz. 5 días después, golpearon a mi puerta y al abrirla me encontré cara a cara con el corredor de almas y corazones, quién impidió que le negara la entrada, interponiendo su pie y, haciéndome a un lado, abrió su portadocumentos, extrajo una copia del contrato y, lupa en mano, me obligó a releerlo. Según las cláusulas, mis inquilinos no podían permanecer por tiempo indefinido sin pagar, y sin beber el té que le preparara se marchó dando un portazo, sin antes amenazarme con interponer una demanda si no cancelaba la suma pactada, más los intereses acumulados, dentro del plazo de 5 días. A los 5 segundos, mi corazón recibió a la ansiedad que, nerviosa, reunió a los otros huéspedes para urdir un plan D, y éste consistía en denunciar al corredor de almas y corazones por realizar trámites ilegales, fraude y manejo indebido de la paciencia, más daños provocados a terceros, en este caso, a mi corazón. Tras interponer la demanda, el corredor fue obligado a comparecer en un citatorio y, 5 minutos después, fue encontrado culpable de todos los cargos. 5 años más tarde, ya en libertad, envejecido y con menos latidos a cuestas, volvió a ejercer, pero tan gastado estaba su corazón, que recurrió a mí para vendérmelo; sin embargo, a los 5 segundos el ex corredor de almas y corazones se dio a la fuga, solo porque me recogí las mangas de la camisa para poder atarme los cordones de los zapatos, idea que me susurró la ironía y que me hizo reír durante 50 gratos minutos, aumentando los latidos de mi corazón, viejo y demasiado sensible, a 50 por minuto. Para celebrar, me preparé un té helado con limón y mucha azúcar, y lo bebí contemplando el atardecer.