Recreo mental

El cultivo de la mente no es posible, si el cuerpo y el alma no están en armonía. El cansancio nos confunde y algo en nuestro interior nos dice que es momento de tomar unas buenas vacaciones mentales, dormir y dejar a los pensamientos en estado de inercia. Por esa razón, decidí tomarme un recreo, desconectarme, abstraerme, olvidarme de las formas y pensar en nada.

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Ese párrafo es del libro de Andrew J. Smart, El arte y la ciencia de no hacer nada. El asunto no es tratar de convertirse en un holgazán, sino en aprender a tener horarios.

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Para crear es necesario descansar…

La respuesta está aquí

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Como lo tenía planeado, el test de las manchas no me delató y fui absuelta de todos los cargos. Por lo demás, el luminol no encontró ningún rastro de sangre, simplemente, porque buscaron en el lugar equivocado y dejé de ser sospechosa. Los medios de comunicación que cubrían el caso me otorgaron el papel de víctima de las circunstancias y recibí incontables mensajes de apoyo; algunos tan conmovedores, que hasta me dieron ganas de llorar de la risa. Después de una terapia para superar mi bien actuado shock, por fin pude retomar mi vida normal y con ella, mis estudios de historia del arte. Reconozco que volver a tener a mi madre solo para mí y no tener a mi padrastro vigilándome, igual que un perro adiestrado, facilitaron que no me costara ponerme al día con las materias y, agradecida de la vida, me sumí en Lisa Gherardini, más conocida como la Gioconda. Leonardo da Vinci, genio entre genios, es el único hombre al que admiro, el único, pero no considero que la Mona Lisa sea la mejor de sus creaciones. Él fue un visionario, su mente fue más allá de su tiempo, y toda esa red de mensajes ocultos, conspiraciones, enigmas y códigos, me parecen ideas de personas mal de la cabeza. A propósito, Rorschach, ¿qué tal si resucitas y analizas a esa gente y no a mí? Qué tipo más ridículo, me recuerda a mi padastro y su teoría de que yo manifestaba la triada oscura de la creatividad; es decir: narcisismo, maquiavelismo y cero empatía ¡Soy empática!, deberían condecorarme por ponerlo bajo tierra, pero si no reprimo mi ego me delataré y mi crimen dejará de ser perfecto. Una lástima que tantas acciones altruistas como la mía queden en el anonimato, pero qué se la va hacer, lo que importa es que salí libre y que puedo estudiar la pintura más emblemática de Da Vinci. Reitero que las dobles interpretaciones me parecen teorías rebuscadas, aunque un texto descubierto detrás del hombro izquierdo de la Mona Lisa: «La risposta si trova qui», en español «la respuesta está aquí», me pareció un hallazgo interesante, ya que si se observa con detenimiento, el mensaje es notorio. No sé cómo antes no había reparado en él, ni por qué la mirada de la Mona Lisa, célebre porque no deja de observarte desde ningún ángulo, ahora me desagrada. Probé invertirla, reflejarla en un espejo, torcerla, cubrirle el rostro y, aún así, ella no despega sus ojos de mí. Su sonrisa, aliada de su mirada, parece susurrarme, «dime lo que hiciste y te diré quién eres». ¿Será que ella actua como un espejo de nosotros mismos? De ser así, ella es el código que utiliza Leonardo para mirarnos a través de los siglos y él está al tanto de todo. Maldición, si logran dar con el mensaje escrito detrás del otro hombro de la Gioconda, mi propia verdad saldrá a la luz y mi máscara se desmoronará. Espero que nadie descifre el texto «ella es la culpable», aunque admito que ser delatada por el genio más grande de todos los tiempos me llenaría de orgullo. Solo un genio descubre a otro genio, y eso no es un trastorno, es un honor.

Máscara

 

Una mancha de tinta es solo una mancha de tinta. Su personalidad no puede ni debe quedar al descubierto solo por analizar un conglomerado de manchas que, por lo demás, sé lo que indica cada una. De algún modo, me las arreglaré para que otro de los implicados se declare culpable de lo sucedido aquella noche. Ella es inocente y soy capaz de todo para salvarla del asesinato que se le adjudica. Hoy le daré las respuestas indicadas y conseguiré que salga incólume, con la frente en alto y libre de toda mancha. ¡Qué gracioso! lástima que deba contener la risa y fingir preocupación, pero ya tendré tiempo para relajarme. Ahora, la importante es ella y si debe ver una mariposa, la verá, si debe ver dos animales de cuatro patas, también los verá e incluso los describirá como un escudo heráldico. Por ningún motivo describirá las fauces de cocodrilo situadas en las puntas del murciélago y tampoco deberá ver nubes, monstruos, vertebras, pulmones, ni mucho menos, navajas o tijeras. En cuanto a la primera imágen, le prohibiré decir que ve una máscara, es demasiado similar a la encontrada en la escena del crimen y no es, precisamente, la respuesta «correcta». Ella me creerá, lo sé, soy tan convincente que hasta yo creo en mis propias patrañas dichas en tercera persona, como si otra persona estuviera hablando acerca de mí. Además, inventé una coartada perfecta, pasé el detector de mentiras y ahora solo me queda pasar este «pintoresco»  test de proyección. Si no fuera por esa pequeña mancha de sangre, nadie hubiera sospechado de mí y no tendría que estar representando un transtorno de personalidad múltiple para encubrirme. Estoy harta, ¡Rorschach debió ser un lunático!, una mancha de tinta y una de sangre solo se diferencian por el color, pero algunos aún no entienden que una mancha, es solo una mancha y que un crimen, es solo un crimen. ¿Por qué tendría que sentir remordimientos?

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Cara: ser; sello: no ser

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Mi última decisión fue lanzar al aire la moneda que, en este preciso instante, decide por mí. Gracias a ella, mi vida se ha simplificado al punto de que nada me inmuta, me conmueve, ni me hace pensar y aquellos asuntos que antes no me dejaban dormir, ahora, por el contrario, me inducen al sueño, brindándome un descanso plácido y reparador, vital para oxigenar el cerebro y regenerar las neuronas que gasté al lanzar la moneda que, por lógica, volveré a gastarlas cada vez que lance mis decisiones al aire. Bendita la hora cuando, en plena encrucijada, la encontré en mi bolsillo y de un tris, pasé de ser un hombrecillo neurótico, insomne y vulnerable, a ser un hombre que infunde tranquilidad y que, además, goza de buena salud. Es tan fácil lanzarla y que ella decida: cara, lo hago; sello, no lo hago; cara, me gusta; sello, no me gusta; cara, respondo; sello, me quedo callado. No sé cómo pude subsistir sin ella durante tanto tiempo; sin embargo, sospecho que la regeneración de mis neuronas ha sido excesiva, pues una de ellas me acaba de plantear el siguiente reto: cara, lanza tu moneda; sello, no la lances y de un tris he vuelto a ser el hombrecillo neurótico, insomne y vulnerable, que en plena encrucijada, encontró una moneda en su bolsillo, pero que ahora no sabe qué va a hacer con su vida.

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