La escritora tomó sus apuntes, encendió el computador y comenzó a escribir.
«No lo sé, ya mis momentos de cordura agonizan, mis sentidos me abandonan, mis latidos se retrasan y acá, tumbado en el piso, herido y sediento como un perro, ante la abrumadora soledad de mi inminente naturaleza, la muerte, ansiosa por mecerme en su regazo, me extiende sus brazos, cual dulce caricia maternal y ya no dudo, aunque no lo sé, ni nunca lo sabré».
-¿Te gustó Nora?
-Sinceramente, no entendí nada; además, eso de que la cordura agoniza me parece una frase cliché para explicar que se esta volviendo loco, y eso de los sentidos y los latidos abandonan y retrasan son rima consonante, lo que lo hace predecible y casi irrisorio, como si dijeras la princesa comió una fresa o el ratón roe cartón mientras canta una canción; con respecto a la abrumadora soledad, inminente naturaleza y dulce caricia, es rebuscado y cursi; por lo demás, toda caricia implica cierto grado de dulzura, por lo tanto, además eres redundante y ese aire atormentado y dudoso, que recurre a la muerte como solución, en lugar de vivir para replantearse su existencia e intentar enmendar sus errores, superarse y luchar por encontrar las respuestas o los motivos que tanto lo acongojan, que considero sería lo más sabio, prudente y sensato de tu parte, hacen que tu texto no solo no me guste, sino que, además, me desilusione debido a las altas expectativas que he depositado en tu incipiente estilo narrativo. En cuanto al perro herido y sediento, prefiero ni siquiera hacer un comentario concreto, tú ya sabes que amo a los animales tanto como tú y apelar a los sentimientos de quien te lee, en este caso yo, mediante una descripción así, es un recurso morboso y desesperado que denota inseguridad y autocompasión, para eso bastaba con que escribieras: «Estoy tan sola, nadie me comprende», en lugar de tantas tonterías sin sentido; vaya texto, Sara; vaya texto.
-Tienes razón, pensaba enviarlo a un concurso literario, pero es pésimo.
-Yo también tengo contemplado concursar, Sara.
-Genial, ¿qué escribiste?
-Lo memoricé, escucha:
«Dudo, mi locura es inminente, como aquel anciano que vaga por las calles mirando al vacío o al todo, no lo sé, ríe sin sentido, mientras, a lo lejos, alguien tararea indiferente una canción… dudo, sufro y jamás dejaré de dudar, ni de sufrir, pues mi alma sangra de dolor, anhelando el refugio del sueño eterno».
-No repetiré tu discurso, aunque se aplica a ti perfectamente; solo te diré, vaya texto Nora; vaya texto.
-Es pésimo, lo sé, pero al menos lo intentamos.
-Tú lo has dicho: al menos lo intentamos.
-Entonces, ¿dejaremos de escribir?
-Sí Nora, nuestras historias llegaron a su fin.
-Hasta siempre Sara.
-Adiós Nora, jamás te olvidaré.
-Basta de despedidas dramáticas, séquense esas lágrimas y escúchenme.
-¿Quién rayos eres tú?
-Soy la persona que las escribe.
-Lo sabía Nora, ¿recuerdas que te la mencioné?
-Con que ella es. Vaya desilusión, me la imaginaba más alta.
-Niñas, si acabo de entrar en su mundo, es porque las quiero demasiado como para dejar que se rindan y decidan separarse para ponerle fin a algo que ambas aman hacer. Reconozco que sus textos dejan mucho que desear y que poseen una gran capacidad de autocrítica, pero no sean tan lapidarias, tienen solo 11 años y deben aprender que un mal intento no es un final, sino el comienzo de un nuevo intento.
-Tienes razón, ambas debemos seguir intentándolo; sin embargo, existe un detalle que no comprendo: ¿Si tú nos escribes a Sara y a mí, quién nos está escribiéndo ahora?
-Es cierto, no puedes ser tú, es imposible que estes en dos lugares al mismo tiempo, por lo demás, ¿quién escribe tu vida y el mundo al que perteneces?
La escritora apagó el computador, se puso de pie y se acercó a la ventana. Una vez más se había dormido mientras escribía. Contempló el cielo y notó que se avecinaba una tormenta, pero no se entristeció como otras veces, pues sabía que después saldría el sol y se formaría un arcoíris. Así es -pensó-: Alguien escribe mi vida al igual que escribe a la tormenta, pero como Nora y Sara, mi forma de leer, mis intentos y mis decisiones, solamente dependen de mí.
( Dedicado a mi querida hija Florencia, cuya personalidad jamás dejará de sorprenderme).
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