Yo, Apolo

 

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Mientras la creadora de este blog se encuentra ausente por motivos que desconozco, porque no me interesan en lo absoluto, yo, el gato Apolo, haré uso de este espacio para expresar mi opinión sobre lo que se me antoje. Antes, quiero dejar en claro que no soy un infiltrado, un lunático, una mascota, ni el alter ego de nadie, y con «nadie» me refiero a la autora de todo esto, que tiene la manía de buscar respuestas en donde ni siquiera existen preguntas. Está bien, lo admito, conozco sus motivos y me declaro su gato, pero me crispa que me trate como un guía espiritual y me interrogue sobre el por qué de la razón del por qué. Escribir relatos es lo suyo, componer maullidos es lo mío; sin embargo, debido a mi estereotipado misticismo ella no me permite ejercer mi rutina diaria como un profesional y mis partituras quedan inconclusas al verme privado de la rigurosidad que exige mi arte. Soy un «felis catus domesticus», no un gurú, yo no puedo resolver sus crisis de fe otorgándole demostraciones de la existencia o la inexistencia de Dios. ¿Cómo no nota que en mis ojos y no en un teorema, está la respuesta? Yo no compruebo que existo mediante una ecuación, sino a través de mis sentidos y si sé que ella está viva es gracias a su aroma, al sonido de sus pasos, al tono de su voz, a la calidez que siento cuando me abraza y al amor que me da y que yo también le doy. Por lo demás, no se puede cuestionar lo que no existe, simplemente porque algo inexistente se desconoce por completo. Si jamás hubiera llovido, no sabríamos que la lluvia existe; por lo tanto, sería imposible ponerla en duda. En fin, mi humana es tan compleja como ilusa, pero yo la elegí y no me arrepiento de ello o, al menos, no todavía.

Duda

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Si vivo en varios planos, niveles y tiempos paralelos, recordando momentos del futuro y olvidando años del pasado, absorta en lo que considero mi tiempo presente, supongo que existen tres yo en este mismo instante, pero que ninguno de ellos está al tanto de las acciones de cualquiera de los otros. De ser así, ¿cuál de todos esos yo es el que está pensando todo esto?

Existencialismo inmortal

«Hubieras gozado más de la vida despreocupándote de la eternidad, pero ya es demasiado tarde.» 

Ingmar Bergman, El séptimo sello.

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-Desde un comienzo estuviste en desventaja, ¿por qué no desististe?-Porque no quería darte una victoria fácil.
-Soy un oponente que, tarde o temprano, te ganará.
-Lo sé.
-Nadie puede vencerme.
-¿Ni siquiera la muerte?
-Yo soy la muerte.
-Entonces, si desde un comienzo estuve en desventaja, ¿por qué no desististe?
-Porque no quería darte una victoria fácil.
-Soy un oponente que, tarde o temprano, perderá.
-Lo sé.
-Nadie puede vencerte.
-¿Ni siquiera la muerte?
-Tú eres la muerte.
-¿Lo soy?

De un mundo a otro

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La escritora tomó sus apuntes, encendió el computador y comenzó a escribir.

«No lo sé, ya mis momentos de cordura agonizan, mis sentidos me abandonan, mis latidos se retrasan y acá, tumbado en el piso, herido y sediento como un perro, ante la abrumadora soledad de mi inminente naturaleza, la muerte, ansiosa por mecerme en su regazo, me extiende sus brazos, cual dulce caricia maternal y ya no dudo, aunque no lo sé, ni nunca lo sabré».

-¿Te gustó Nora?

-Sinceramente, no entendí nada; además, eso de que la cordura agoniza me parece una frase cliché para explicar que se esta volviendo loco, y eso de los sentidos y los latidos abandonan y retrasan son rima consonante, lo que lo hace predecible y casi irrisorio, como si dijeras la princesa comió una fresa o el ratón roe cartón mientras canta una canción; con respecto a la abrumadora soledad, inminente naturaleza y dulce caricia, es rebuscado y cursi; por lo demás, toda caricia implica cierto grado de dulzura, por lo tanto, además eres redundante y ese aire atormentado y dudoso, que recurre a la muerte como solución, en lugar de vivir para replantearse su existencia e intentar enmendar sus errores, superarse y luchar por encontrar las respuestas o los motivos que tanto lo acongojan, que considero sería lo más sabio, prudente y sensato de tu parte, hacen que tu texto no solo no me guste, sino que, además, me desilusione debido a las altas expectativas que he depositado en tu incipiente estilo narrativo. En cuanto al perro herido y sediento, prefiero ni siquiera hacer un comentario concreto, tú ya sabes que amo a los animales tanto como tú y apelar a los sentimientos de quien te lee, en este caso yo, mediante una descripción así, es un recurso morboso y desesperado que denota inseguridad y autocompasión, para eso bastaba con que escribieras: «Estoy tan sola, nadie me comprende», en lugar de tantas tonterías sin sentido; vaya texto, Sara; vaya texto.

-Tienes razón, pensaba enviarlo a un concurso literario, pero es pésimo.

-Yo también tengo contemplado concursar, Sara.

-Genial, ¿qué escribiste?

-Lo memoricé, escucha:

«Dudo, mi locura es inminente, como aquel anciano que vaga por las calles mirando al vacío o al todo, no lo sé, ríe sin sentido, mientras, a lo lejos, alguien tararea indiferente una canción… dudo, sufro y jamás dejaré de dudar, ni de sufrir, pues mi alma sangra de dolor, anhelando el refugio del sueño eterno».

-No repetiré tu discurso, aunque se aplica a ti perfectamente; solo te diré, vaya texto Nora; vaya texto.

-Es pésimo, lo sé, pero al menos lo intentamos.

-Tú lo has dicho: al menos lo intentamos.

-Entonces, ¿dejaremos de escribir?

-Sí Nora, nuestras historias llegaron a su fin.

-Hasta siempre Sara.

-Adiós Nora, jamás te olvidaré.

-Basta de despedidas dramáticas, séquense esas lágrimas y escúchenme.

-¿Quién rayos eres tú?

-Soy la persona que las escribe.

-Lo sabía Nora, ¿recuerdas que te la mencioné?

-Con que ella es. Vaya desilusión, me la imaginaba más alta.

-Niñas, si acabo de entrar en su mundo, es porque las quiero demasiado como para dejar que se rindan y decidan separarse para ponerle fin a algo que ambas aman hacer. Reconozco que sus textos dejan mucho que desear y que poseen una gran capacidad de autocrítica, pero no sean tan lapidarias, tienen solo 11 años y deben aprender que un mal intento no es un final, sino el comienzo de un nuevo intento.

-Tienes razón, ambas debemos seguir intentándolo; sin embargo, existe un detalle que no comprendo: ¿Si tú nos escribes a Sara y a mí, quién nos está escribiéndo ahora?

-Es cierto, no puedes ser tú, es imposible que estes en dos lugares al mismo tiempo, por lo demás, ¿quién escribe tu vida y el mundo al que perteneces?

 

La escritora apagó el computador, se puso de pie y se acercó a la ventana. Una vez más se había dormido mientras escribía. Contempló el cielo y notó que se avecinaba una tormenta, pero no se entristeció como otras veces, pues sabía que después saldría el sol y se formaría un arcoíris. Así es -pensó-: Alguien escribe mi vida al igual que escribe a la tormenta, pero como Nora y Sara, mi forma de leer, mis intentos y mis decisiones, solamente dependen de mí.

 

( Dedicado a mi querida hija Florencia, cuya personalidad jamás dejará de sorprenderme).