• 2016-04-11_03-26-36Nora y Sara, las inseparables hermanas gemelas, no pueden dormir, por lo que deciden contarse una historia que cambia de curso reiteradamente y que rememora algunas de sus tantas historias pasadas, también llamadas «Historias Furtivas», como el nombre que lleva este blog, pero del cual ninguna de las dos esta al tanto, o al menos no todavía…

Una larga noche

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-No tengo sueño, cuéntame una de tus historias furtivas, ¿sí?

-Si dejaras de mordisquear esa manzana, probablemente sentirías sueño, pero esta bien, lo intentaré.

-Soy toda oídos.

-Atardecía y bajo una leve llovizna otoñal, un hombre rubio, alto y sereno, se adentró por las calles de la ciudad rumbo a…

-Atardecía, esclarecía, caía el sol, en pleno ocaso, al huir el día. Siempre comienzas con un atardecer, además, no me gustan los rubios.

-Disculpa, olvidé al niño rubio que te molesta, ese tal Martín.

-Se llama Joaquín y no me lo recuerdes, lo odio.

-Comprendo. Amanecía y bajo una leve llovizna otoñal, un hombre moreno, alto y sereno se adentró por las calles de la ciudad rumbo a su trabajo. Con el rostro sombrío…

-No seas tan deprimente, deseo que me narres la vida de un tipo feliz.

-Tus deseos son órdenes. Amanecía y bajo una leve llovizna otoñal, un hombre moreno, bajo y sereno se adentró por las calles de la ciudad rumbo a su trabajo. Con el rostro alegre, ingresó a su oficina, encendió su computador y feliz abrió su maletín…

-Es ilógico que sea feliz con semejante rutina, no me resulta creíble, prefería al rubio.

-Esta bien, retomo desde el comienzo. Atardecía y bajo una leve llovizna otoñal…

-Es amanecía, y eso de la llovizna otoñal no me gusta para nada.

-Capto, sin atardecer, sin llovizna, sin otoño. Improvisaré entremezclar ideas, ¿te parece?

-Me parece.

-Prosigo. Amanecía y un hombre rubio, bajo y sereno se adentró por las calles de la ciudad rumbo a una discoteca…

-¡Que ridículo!, cómo va a ir a una disco si amanecía.

-Escucha, tal vez era de noche como ahora y esté durmiendo, no engullendo manzanas, ni circulando por la ciudad.

-No está durmiendo porque no es un hombre cualquiera, es un hombre lobo.

-¿Un hombre lobo?

-Sí, y además es oscuro y seductor.

-Como digas, acá voy de nuevo. Anochecía y un hombre lobo, moreno, alto, oscuro y seductor se adentró por las calles de la ciudad rumbo a una discoteca. Con el rostro misterioso…

-Un rostro no es misterioso, su expresión es la misteriosa.

-Tienes razón, continúo, no deseo perder el hilo narrativo.

-Por supuesto.

-Con el rostro alegre…

-La condición de licántropo no es alegre, ¿acaso no viste la película?

-¿En qué momento la viste? Esa trama es demasiado perturbadora para ti.

-Uff, anochecía y un hombre lobo…

-Rubio, bajo y nervioso se adentró por las calles de la ciudad rumbo a una discoteca. Con el rostro sereno, ingresó a su oficina y…

-¿Cómo qué a una oficina, no qué era una discoteca? Además, su estatura no me cuadra.

-Estatura mediana, ni alto ni bajo, y era el jefe, el administrador; los vampiros y los hombres lobo también trabajan, ¿vale?

-No, el Conde Drácula no trabaja, vive en un castillo y es multimillonario.

-¡Pero éste no es Drácula!

-¿Quién es entonces, cómo se llama este vampiro?

-Martín, el vampiro Martín, así se llama y es el arquetipo clásico, ¿estamos?

-Perfecto.

-Resumo. Anochecía y el Conde Martín ingresó a una discoteca. Con el rostro imperturbable, abrió su maletín y encendió el computador…

-Vive en el siglo XIX, ¿acaso no sabes que los computadores son posteriores?

-Si vas a corregirme, en ese siglo tampoco existían las discotecas.

-Tú eres la que insistió en contarme esta patraña, lo menos que puedes hacer es situarte en el contexto.

-Eso hacía, me adecuaba a la atmósfera.

-¿Atmósfera?

-Ambientación, atmósfera, son la misma cosa.

-Atmósfera me suena a astrofísica.

-¡Te lo acabo de explicar!

-No te exaltes.

-Retomo. Anochecía y un vampiro de mediana estatura, cabello oscuro y seductor, subió a su carruaje y se adentró por las calles de Transilvania sin rumbo fijo. Con el rostro severo, ingresó a una cantina, encendió una vela con su mirada y abrió su capa lentamente…

-Lo prefería como era antes.

-Con el rostro histérico, subió a su descapotable y se adentró por las calles de la ciudad rumbo a una manzana y furioso, arrojó su capa al suelo, la destrozó y aullando, abrió su computador y encendió su maletín…

-Es al revés.

-¡Basta, me harté! no más historias, ya no más, estoy cansada y tengo sueño.

-No llores Sara, no pasa nada, creo que te obsesionas demasiado.

-Debe ser un vacío creativo, lo lamento tanto.

-La náufraga pianista y el lobo hombre me gustaron, aunque la historia de la cuenta regresiva nunca la entendí del todo. Si mal no recuerdo, tú ahí me asesinabas, ¿o no?

-Perdóname Nora, te usé como recurso macabro.

-Vaya recurso; en fin, ¿sabes cuál sería un gran giro?

-¿Cuál?

-Eran las 16:30 y una mujer rubia, alta y seductora se adentró por las calles de la ciudad, rumbo a su «supuesta» oficina. Con el rostro imperturbable, encendió un cigarrillo, abrió su maletín y comenzó a escribir: No tengo sueño, cuéntame una historia, ¿sí?

-Ese giro no tiene nada de novedoso; además, ¿por qué razón abrió su maletín?

-Para sacar su revólver, obvio.

-¿Para matar a quién?

-No lo sé, supongo que a un zombie.

-Ya duérmete, tal vez mañana te cuente otra historia.

-Esta bien, buenas noches Sara, te quiero.

-Buenas noches Nora, descansa.

Después de una larga noche otoñal, amanecía y bajo una leve llovizna, un hombre de cabello castaño, alto y sereno se adentró por las calles de la ciudad, rumbo a su hogar. Con el rostro cansado, entró al dormitorio de sus hijas gemelas y sigiloso, para no despertarlas, encendió el calefactor, abrió el armario, tomó dos frazadas y arropó a cada una, según su color favorito, rojo para Sara y azul para Nora. Luego, se dirigió a su habitación, besó a su esposa Fabiola, que también dormía, se recostó junto a ella y bajo el influjo del aroma de su cabellera, que siempre olía a café recién hecho, se durmió enseguida, para soñar que era un anciano que vivía en otra época y que se adentraba por unas extrañas callejuelas, ingresaba a un laboratorio, encendía una máquina futurista y abría un maletín, repleto de piezas de ajedrez, una y otra vez.

El arte de vivir

f572e7c5-c402-4d93-bb3f-a936a4520aaf_1469218290383.jpgLos grandes escritores han comparado la vida con un teatro en el que todos somos actores, pero yo, que no soy más que un simple extranjero que tuvo la osadía de aventurarse por el díficil mundo del arte de escribir, comparo la vida con un film, en el que, al igual que en el teatro, todos somos actores y en el que todos, sin excepción, somos protagonistas de nuestra propia historia. De este modo, al que yo veo como actor secundario me ve a mí de la misma manera, y al que le fue designado ser héroe, galán, mártir o comediante, tiene que aceptarlo, de todas maneras es protagonista, y si por algún motivo su papel no le acomoda, él, y no el director, es el único responsable de modificarlo. No le resultará fácil, éste es un film en el cual se aprende a actuar en pleno rodaje y es común perderse en el caos de la trama. En mi caso, dado que llevo un largo tiempo inmerso en esta incansable vorágine, ya acepté que dependemos de un director que no admite peros, y que, implacable, después de asignar a cada uno su respectivo rol, se aparta para ser espectador, sin que nadie, ni el más erudito, genial o poderoso, ni el más ignorante, tonto o miserable, logre conocer su nombre, ni ver su rostro jamás; sin embargo, todos, desde que su voz ordenó ¡acción!, para no ser despedidos y ser reemplazados por otros estamos actuando. Papeles sobran, buenos actores faltan y las dudas o las interrogantes no tienen cabida, nuestra misión es actuar y hacerlo lo mejor posible, solo nuestro instinto nos dirá si nuestro desempeño es mediocre y el superarnos dependerá de nosotros. Esa regla es unánime, él no repite las escenas, no busca los mejores ángulos, ni tiene favoritismos y cuando decida dar por terminada nuestra labor y su voz, firme y tajante, ordene ¡corten!, será el fin, pero se desconoce qué vendrá después. ¿Vagar por los estudios vacíos o conocerlo? Nadie sabe, mucho menos yo, que no soy más que un simple extranjero que tuvo la osadía de aventurarse por el dificil mundo del arte de vivir.