De: roger.K@gmail.com
Para: ninagreen@gmail.com
Asunto: Declaración de amor.
Nina, tal vez no me recuerdes ni sepas mi nombre o, tal vez, solo me recuerdes como el chico guapo que irrumpió en el ascensor del gimnasio el viernes pasado y que no pudo apartar sus ojos de ti. Tú ibas acompañada de la que supongo debe ser tu mejor amiga, una trigueña de cabello ondulado y rostro equino, que se mordisqueaba las uñas como un topo, mientras tú, indiferente a tus propios encantos, no reparabas en mi muda admiración. Créeme que por un desesperante nanosegundo olvidé el diccionario desde la A hasta la Z, sin ser capaz ni siquiera de preguntarte la hora, que, para el caso, tampoco me la habrías dado, porque tuvo que dármela tu amiga. Hermosa Nina, ¿acaso no comprendes que eres como un Tadzio para mí y que si he optado por enviarte este correo electrónico, es porque es lo único que pude averiguar sobre ti? Supongo que supones que soy un ridículo, un mal chiste o un vil hacker, pero tus suposiciones son erróneas. Solamente soy un chico guapo, alto y bronceado que te busca. Un chico al que muchos toman por tonto o por egocéntrico, pero que dentro de la fanfarronería que él mismo eligió para cubrir su timidez, late un corazón con alma de poeta. Espero que me creas, ya que jamás miento y nunca digo la verdad, pero, sinceramente, no podría enfrentar tu negativa (rechazo), por lo que prefiero escribirte al amparo de un frío computador ubicado quién sabe dónde. Mi pobre y dulce Nina, desde el Génesis que estoy loco por ti, y tu carácter humilde, paciente y sereno me conmueven a tal impacto, que mi alma de poeta se siente tocada en lo más hondo. Te ruego disculpes mis errores ortográficos, pero las lágrimas me impiden ver el teclado correctamente al recordar cuando mis ojos tropezaron con los tuyos, tan azules, tan verdes, quizás turquesa, no lo sé, no me interesa, mas tan símiles al mar Mediterráneo. Amada, solo sé que soy un caminante destinado a caminar sin camino, y mis sentimientos son confusas borrascas, torpes e inesperadas como la más ligera de las brisas, y si no me amas, juro que me dejaré morir en un desenlace fatal, pues moriré cual moribundo desfallece ante su mortal sentencia de muerte. Lo sé, acabo de dedicarte una sarta de pleonasmos redundantes para impresionarte; sin embargo, si deseas un poema, une tu alma a la mía, ya que juntas son poesía ( separadas, no tengo ni la menor idea de lo que son, porque un alma incompleta, para serte franco, es un concepto que me supera).
Finalmente y para resumir, te adoro, no puedo vivir sin ti, eres maravillosa, siempre tuyo, bla, bla, etc. Si no te molesta, escribir tanta palabrería me dió sueño, por lo que me voy a los brazos de Morfeo, es decir, a dormir.
Estaré atento a tu respuesta.
Roger K.
PD: saludos a Oscar, estoy más que seguro que tu gato es tan brillante como tú.
Después de leer este absurdo mail, Gina, la mejor amiga de Nina, recordó el incidente del ascensor del pasado viernes, en la que un hombre de tez color zanahoria, estatura mediana, argolla de matrimonio, pero sin reloj, preguntara la hora con tanta insistencia, que ella había decidido dársela para poder escuchar a Nina, por milésima vez, hablar sobre su gato Oscar. Dedujo que «el alma de poeta» había conseguido esa dirección de email en el gimnasio, pero que, para su desgracia, había confundido sus nombres. Sin darse cuenta, Gina comenzó a reír al pensar en Nina, que no era ni dulce, ni paciente, ni serena y mucho menos humilde, porque era una vanidosa redomada, casi tan egocéntrica como ese Roger y que su gato la sobrepasaba con creces en inteligencia, pero sus carcajadas se extinguieron de golpe. Ella se sabía trigueña y adoraba su cabello ondulado, pero nunca se había considerado de rostro equino y roedora como un topo. Tal vez -murmuró-, la declaración de Roger no sea más que basura, pero la frase que Nina suele decir cada vez que observa a Oscar: «No es fácil mirarte desde los ojos de un extraño», no sea tan estúpida después de todo.
Debe estar conectado para enviar un comentario.