La cantante calva

La cantante calva (título original en francés: La Cantatrice Chauve) fue escrita por Eugène Ionesco.

Esta obra, perteneciente a la corriente literaria llamada teatro del absurdo, se estrenó el 11 de mayo de 1950, en París. Desde 1957 se ha representado de manera continuada en el Théâtre de la Huchette, convirtiéndose así en una de las obras más representadas de Francia. La obra ha sido interpretada por la crítica como un ataque satírico contra el modelo de familia burguesa de la época. Una de las características del teatro del absurdo utilizada magistralmente por Ionesco en esta obra es el recurso de los diálogos inconexos, creando así una atmósfera donde los personajes están físicamente cerca pero no pueden llegar a comunicarse de forma efectiva.

(Información extraída de Wikipedia)

El cantante de cabello largo

Pieza teatral inspirada en la obra de Eugène Ionesco, La cantante calva, compuesta por un único acto. Personajes: Doctor Bishop, Señora Queen, Bobby y la Voz.

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Se abre el telón y el doctor Bishop, médico psiquiatra, de anteojos, barba gris y sweater con rombos, se reclina en su sillón de felpa y enciende su pipa. Sentada frente a su escritorio, la delgadísima señora Queen, vestida enteramente de negro, se restriega las manos nerviosa.

Sra Queen:
-Mi hijo Bobby siempre fue un niño normal, no comprendo qué le sucedió.
Dr Bishop: (con voz indiferente)
-Le explicaré. Su hijo es demasiado genial, y los niños geniales suelen crear amigos imaginarios para intercambiar ideas, conversar, jugar e, incluso, discutir. Es un comportamiento, por así decirlo, normal, ya que Bobby, al sentirse solo en compañía de otros niños, recurrió a su mente para crear niños similares a él.
Señora Queen: (sin dejar de retorcerse las manos)
-Entonces los creó como un mecanismo de defensa, pero ¿por qué la mente de Bobby perdió el control sobre sus amigos?
Dr Bishop: (con voz indiferente)
-Tal vez, las mentes de los amigos de Bobby fueron las que perdieron el control sobre él.
Sra Queen: (dejando de retorcerse las manos)
-¿Sugiere que mi hijo dotó a sus amigos imaginarios de mentes tan brillantes como la de él?  Si es así, usted esta especulando en base a una idea propia y no ante una idea ya postulada.
Dr Bishop: (siempre con voz indiferente)
-No sugiero nada, es solo que su hijo se asemeja más a un escritor que a un transtornado, ya que más que simples amigos imaginarios, él construyó personajes.
Sra Queen: (volviendo a retorcerse las manos)
-Usted es psiquiatra, es obvio que mi hijo sufre de transtorno de personalidad múltiple, haga algo y sánelo.
Dr Bishop: (con voz menos indiferente)
-Eso es lo que pretendo, pero él o una de sus personalidades, no me permite entrar en su mente.
Sra Queen: (dejando sus manos inmóviles)
-Por cierto, ¿cuántas personalidades desarrolló Bobby?
Dr Bishop: (con voz levemente nerviosa)
-Aún no lo sé con exactitud, pero las personalidades más marcadas son la sra Queen, madre de un niño llamado Bobby que posee múltiples personalidades y un psiquiatra llamado Tom Bishop; es decir, yo.
Sra Queen: (con expresión incrédula)
-¿Cómo?
Dr Bishop: (con voz histérica)
-Algún desquiciado nos creó para angustiarnos y ahora, el muy pillo, debe estar muriendo de risa o de regocijo, mientras usted y yo mantenemos este estúpido diálogo.
Sra Queen: (con expresión crédula y apretando los puños, con rabia)
-Ahora comprendo la razón de nuestros apellidos. Usted, Bobby y yo, somos las marionetas de una mente perversa y obsesionada por el ajedrez.
Ambos guardan silencio y un hombre joven, vestido de oficinista y de expresión bonachona, entra a escena y se dirige al público en un aparte.
-Soy Bobby. Cuando era niño jugaba ajedrez conmigo mismo y mi mente creó amigos imaginarios para que jugaran conmigo y nunca he podido olvidarlos.
La iluminación se atenúa y los suaves compases de Claire de Lune, de Debussy, dan paso a una atmósfera nostálgica.
Dr Bishop: (se percata de la presencia de Bobby y, emocionado, se pone de pie)
-Muchacho, cuánto has crecido, ven acá y danos un abrazo a tu madre y a mí.
Sra Queen:
-Esperen, esto es incoherente. Hoy en la mañana Bobby era un niño y ahora es un adulto, nadie puede crecer tan de prisa.
Dr Bishop: (con lágrimas en los ojos)
-Sra Queen, no sea tan severa, el pobre Bobby no tiene la culpa de nada.
Sra Queen:
-Bobby, ¿podrías decirnos cuál es tu apellido?
Bobby: (bajando la mirada)
-Rook, soy Bobby Rook.
Dr Bishop:
-Rayos, esto es el colmo, este rapaz es otro Bobby, supongo que a continuación irrumpirá una manada de Bobbies apellidados Chess.
Abruptamente, la música cesa y los reflectores alumbran un palco vacío, del cual brota una voz femenina.
-Vaya, vaya. Nunca pensé que un puñado de trebejos pudiera crear a una enemiga imaginaria.
Dr Bishop, Sra Queen y Bobby Rook: (al unísono)
-¿Quién es usted?
Voz:
-Ustedes me imaginaron para que escribiera esta patraña.
Dr Bishop, Sra Queen y Bobby Rook: (nuevamente, al unísono)
-¿Cómo podemos terminar este embrollo?
Voz:
-Simple, si quieren darme jaque mate, dejen de imaginarme.
Baja el telón y entre los abucheos del público, la obra imaginaria, llega a su fin.

Aquí, allá y ahora

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Distintas nacionalidades, distintos idiomas, distintos colores, distintas religiones, distintos horarios, climas, paisajes, historias, acentos, costumbres, ascendendencias, descendencias, fenotipos, genotipos, pasaportes, licencias de conducir, ecosistemas, macro y micro sistemas, sistemas económicos, gubernamentales, gustos gastronómicos ¿y qué? Todos contemplamos la misma luna y a todos nos alumbra el mismo sol, todos estamos hechos de carne y hueso, somos mortales y en estos instantes, todos estamos vivos. Vivir, antes de morir, es lo único que importa.

Nina, Gina y Roger: diez años después

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Con los años, Nina y Gina se distanciaron tanto, que pasaron de ser las mejores amigas del mundo, a ser las mejores desconocidas del mundo, ya que, de manera inexplicable, salvo que se tratara de un timo o de algún tipo de sortilegio, ambas juraban no conocerse; sin embargo, tenían recuerdos en común. Uno de los más comentados por la gente era una absurda declaración de amor escrita por mail dedicada a una de las dos, a la que le quitaban o le agregaban palabras, logrando versiones casi tan disparatadas como la original, hasta que de versión en versión y de boca en boca, llegó a oídos de un productor de televisión, que ávido de historias truculentas, ya que éstas eran las que generaban ingresos, intentó reunir a Nina y a Gina en su programa nocturno «Reencuentros Sabatinos» para entrevistarlas. Ambas declinaron su invitación, pero Roger, autor de la declaración de amor para Nina, aceptó, sin titubeos, asistir al programa en lugar de ellas.
Ese sábado, mientras el conductor del talk show se aprestaba a tener más puntos de rating, más auspiciadores, más fama, más dinero y, de paso, una visión un poco menos subjetiva del caso, Nina y Gina, las supuestas desconocidas, se aprestaban a hacer el ridículo de la mejor manera posible y Roger K., también conocido como Alma de Poeta, se aprestaba a ganar más seguidoras para sus selfies. Las cámaras se encendieron y el coordinador de piso comenzó su mudo conteo manual: 5; Nina quizo cambiar de canal para ver un documental de gatos, pero su novio frustró sus intenciones; 4, Gina, rodeada de parientes, se arrepentía de haberlos invitado a ver el programa en familia; 3, Nina recordó que por culpa de Roger, ellas habían dejado de ser amigas; 2, Gina, implacable, pensó que tanto Nina como Roger eran insoportables; 1, Roger, con su perenne bronceado color zanahoria, hizo chirriar los llantas de su descapotable. El coordinador levantó el pulgar en señal de que estaban al aire y «Reencuentros Sabatinos» comenzó. Todos enmudecieron cuando el presentador, con rostro sombrío, anunció que Roger K., el eterno Alma de Poeta, había sufrido un accidente automovilístico rumbo al programa y que ahora escribiría declaraciones de amor desde el cielo.
-Pobre Alma de Poeta -dijo Gina, apagando el televisor-, mi sentido pésame para su familia.
-No lo puedo creer -dijo Nina, con lágrimas en los ojos-, pobre Roger.
-¿Ese no era el sujeto del mail dedicado a ti? -le preguntó su novio, con cierto sarcasmo.
-Así es -fue la escueta respuesta de Nina, mientras abrazaba a su gato Oscar.
-¿Y quién es Gina?
-Ella era mi mejor amiga, pero después de la declaración de Roger, dejó de serlo.
-Si esa amistad hubiese sido sincera, tal vez nada de esto hubiera ocurrido.
Nina no respondió, pero Oscar, acostumbrado a leer sus ojos, sabía que su silencio no era vacío, sino pensante, como el de toda persona introvertida.
-Finalmente, sí somos un par de desconocidas -murmuró-, qué nostalgia es mirarnos, diez años después, desde los ojos de un par de niñas que creyeron ser las mejores amigas.

Asunto: declaración de amor

 

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De: roger.K@gmail.com
Para: ninagreen@gmail.com
Asunto: Declaración de amor.

Nina, tal vez no me recuerdes ni sepas mi nombre o, tal vez, solo me recuerdes como el chico guapo que irrumpió en el ascensor del gimnasio el viernes pasado y que no pudo apartar sus ojos de ti. Tú ibas acompañada de la que supongo debe ser tu mejor amiga, una trigueña de cabello ondulado y rostro equino, que se mordisqueaba las uñas como un topo, mientras tú, indiferente a tus propios encantos, no reparabas en mi muda admiración. Créeme que por un desesperante nanosegundo olvidé el diccionario desde la A hasta la Z, sin ser capaz ni siquiera de preguntarte la hora, que, para el caso, tampoco me la habrías dado, porque tuvo que dármela tu amiga. Hermosa Nina, ¿acaso no comprendes que eres como un Tadzio para mí y que si he optado por enviarte este correo electrónico, es porque es lo único que pude averiguar sobre ti? Supongo que supones que soy un ridículo, un mal chiste o un vil hacker, pero tus suposiciones son erróneas. Solamente soy un chico guapo, alto y bronceado que te busca. Un chico al que muchos toman por tonto o por egocéntrico, pero que dentro de la fanfarronería que él mismo eligió para cubrir su timidez, late un corazón con alma de poeta. Espero que me creas, ya que jamás miento y nunca digo la verdad, pero, sinceramente, no podría enfrentar tu negativa (rechazo), por lo que prefiero escribirte al amparo de un frío computador ubicado quién sabe dónde. Mi pobre y dulce Nina, desde el Génesis que estoy loco por ti, y tu carácter humilde, paciente y sereno me conmueven a tal impacto, que mi alma de poeta se siente tocada en lo más hondo. Te ruego disculpes mis errores ortográficos, pero las lágrimas me impiden ver el teclado correctamente al recordar cuando mis ojos tropezaron con los tuyos, tan azules, tan verdes, quizás turquesa, no lo sé, no me interesa, mas tan símiles al mar Mediterráneo. Amada, solo sé que soy un caminante destinado a caminar sin camino, y mis sentimientos son confusas borrascas, torpes e inesperadas como la más ligera de las brisas, y si no me amas, juro que me dejaré morir en un desenlace fatal, pues moriré cual moribundo desfallece ante su mortal sentencia de muerte. Lo sé, acabo de dedicarte una sarta de pleonasmos redundantes para impresionarte; sin embargo, si deseas un poema, une tu alma a la mía, ya que juntas son poesía ( separadas, no tengo ni la menor idea de lo que son, porque un alma incompleta, para serte franco, es un concepto que me supera).
Finalmente y para resumir, te adoro, no puedo vivir sin ti, eres maravillosa, siempre tuyo, bla, bla, etc. Si no te molesta, escribir tanta palabrería me dió sueño, por lo que me voy a los brazos de Morfeo, es decir, a dormir.

Estaré atento a tu respuesta.
Roger K.
PD: saludos a Oscar, estoy más que seguro que tu gato es tan brillante como tú.

Después de leer este absurdo mail, Gina, la mejor amiga de Nina, recordó el incidente del ascensor del pasado viernes, en la que un hombre de tez color zanahoria, estatura mediana, argolla de matrimonio, pero sin reloj, preguntara la hora con tanta insistencia, que ella había decidido dársela para poder escuchar a Nina, por milésima vez, hablar sobre su gato Oscar. Dedujo que «el alma de poeta» había conseguido esa dirección de email en el gimnasio, pero que, para su desgracia, había confundido sus nombres. Sin darse cuenta, Gina comenzó a reír al pensar en Nina, que no era ni dulce, ni paciente, ni serena y mucho menos humilde, porque era una vanidosa redomada, casi tan egocéntrica como ese Roger y que su gato la sobrepasaba con creces en inteligencia, pero sus carcajadas se extinguieron de golpe. Ella se sabía trigueña y adoraba su cabello ondulado, pero nunca se había considerado de rostro equino y roedora como un topo. Tal vez -murmuró-, la declaración de Roger no sea más que basura, pero la frase que Nina suele decir cada vez que observa a Oscar: «No es fácil mirarte desde los ojos de un extraño», no sea tan estúpida después de todo.

Botando palabras

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-Departamento de palabras y frases perdidas, ¿en qué puedo ayudarla?
-Verá, hace unos meses escribí una frase, pero ahora no la encuentro. Temo haberla extraviado y que otro la haya encontrado y la esté haciendo pasar como suya.
-Indíqueme el tema de su frase.
-Era alentadora, la escribí para sortear un momento difícil.
-¿Estructura simple o compleja?
-Simple, pero intensa en su contenido.
-¿Ya revisó sus apuntes, libretas o algún tipo de papel sobre el cual pudiera haberla escrito?
-Si no lo hubiera hecho, no estaría solicitando su ayuda, ¿no le parece?
-Cálmese, todos los que escriben frases creen haber escrito algo magnánimo, pero lamento informarle que si su «non plus ultra» no fue reclamado a tiempo, fue arrojado al basurero de las frases inútiles.
-¿Cómo dice?
-Algunas frases son simples copias de una frase célebre; otras, son rotundamente pésimas, y muchas hacen gala de un amplio vocabulario, sin embargo, no son más que un despliegue de palabras aparatosas que en su búsqueda por impresionar olvidan que no se necesita tal despliegue para expresar algo profundo, y, por último, hay frases de un elevado ingenio linguistico, pero que no dicen ni dejan nada. El destino de todas esas frases es terminar dentro de nuestro gigantesco tacho de basura, cada vez más rebazado de frases pretensiosas, en lo absoluto creativas, dichas o escritas por personas a las que no les preocupa en lo más mínimo dónde empiezan ni dónde terminan sus palabras.
-Pero a mí sí me preocupan mis palabras.
-Si le importaran, no me hubiera llamado, ya que no habría perdido su valiosa frase.
-Eso es, mi frase es valiosa porque la escribí para automotivarme y acabo de recordar dónde esta.
-La felicito, eso quiere decir que ya no necesita de mi ayuda.
-Supongo que no. Gracias, a partir de ahora intentaré ser más cuidadosa con lo que escribo.
-Perfecto, fue un gusto brindarle información. Si vuelve a perder una frase, no dude en contactarnos.
-Espere, sé que lo que escribí, lo escribí sobre un yeso. ¿Hay alguna manera de recuperar ese yeso?
-Este es el departamento de frases perdidas, no de yesos perdidos. Si espera en línea, puedo transferir su llamada.
-Oh no, no es necesario. Buscaba mis palabras y es un alivio haberlas encontrado.
-Escuche, no importa si escribe sus frases sobre una servilleta o sobre una nube, solo importa que las proteja, porque los que andan por ahí botando palabras, jamás me llaman para recuperar ni una sílaba.
-¿Sugiere acaso que las botan a propósito?
-Sugiero que aprenda a valorar la calidad de su trabajo en base al tiempo que invirtió en realizarlo.

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