Yo, Apolo

 

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Mientras la creadora de este blog se encuentra ausente por motivos que desconozco, porque no me interesan en lo absoluto, yo, el gato Apolo, haré uso de este espacio para expresar mi opinión sobre lo que se me antoje. Antes, quiero dejar en claro que no soy un infiltrado, un lunático, una mascota, ni el alter ego de nadie, y con «nadie» me refiero a la autora de todo esto, que tiene la manía de buscar respuestas en donde ni siquiera existen preguntas. Está bien, lo admito, conozco sus motivos y me declaro su gato, pero me crispa que me trate como un guía espiritual y me interrogue sobre el por qué de la razón del por qué. Escribir relatos es lo suyo, componer maullidos es lo mío; sin embargo, debido a mi estereotipado misticismo ella no me permite ejercer mi rutina diaria como un profesional y mis partituras quedan inconclusas al verme privado de la rigurosidad que exige mi arte. Soy un «felis catus domesticus», no un gurú, yo no puedo resolver sus crisis de fe otorgándole demostraciones de la existencia o la inexistencia de Dios. ¿Cómo no nota que en mis ojos y no en un teorema, está la respuesta? Yo no compruebo que existo mediante una ecuación, sino a través de mis sentidos y si sé que ella está viva es gracias a su aroma, al sonido de sus pasos, al tono de su voz, a la calidez que siento cuando me abraza y al amor que me da y que yo también le doy. Por lo demás, no se puede cuestionar lo que no existe, simplemente porque algo inexistente se desconoce por completo. Si jamás hubiera llovido, no sabríamos que la lluvia existe; por lo tanto, sería imposible ponerla en duda. En fin, mi humana es tan compleja como ilusa, pero yo la elegí y no me arrepiento de ello o, al menos, no todavía.

Apolo

Durante un tiempo, Apolo, un gato lunático y existencial, que afirma ser un extraterrestre infiltrado con el propósito de estudiar a la raza humana, estará a cargo del blog. Aunque su estilo es bastante crítico, sus textos no poseen la amargura del pesimismo y siempre apuntan a la esperanza.
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Caminar, siempre caminar… Caminar es la metáfora que nos regala la vida para explicarnos que ella es un viaje que culmina con la iluminación. En pleno viaje nos vemos forzados a caminar para empatar el tiempo, para matar las horas, para hacer cualquier cosa en lugar de no hacer nada. Lo mismo da caminar sobre hielo, fuego, arena, lodo o sobre un terreno pedregoso; la cosa es caminar, no correr. Caminar para decidir a dónde ir, caminar por el triunfo que significa levantarse después de caer. Caminar, siempre caminar…Caminar en línea recta, en círculos, cuesta arriba, cuesta abajo, caminar para ser uno más de los tantos caminantes sin rumbo, destinados a vivir para al final desplomarse y morir sin  alcanzar ni medio destello de luz. La credulidad de la infancia nos hace caminar en pos de una recompensa por el solo hecho de intentar caminar. Entonces, caminamos  por imposición y no por convicción. Mejor es mandar al diablo las metáforas, los docmas y las ideas pragmáticas, para caminar por el simple placer de caminar. Vivir es un viaje que comienza y termina con uno mismo, desde dentro y hacia fuera y sin depender de nadie para ser feliz. Caminar y construir el camino a medida que se avanza, ser el camino y el caminante, ser el que escribe y el que interpreta su historia. Caminar, no dejen nunca de caminar…