El extraño caso del programa busca talentos

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Se supone que todo cae por su propio peso, pero el programa para descubrir nuevos talentos artísticos parecía ser una excepción a la regla, ya que, a pesar de ser uno de los mayores desaciertos mediáticos, era un éxito rotundo. Tanta era su popularidad, que a nadie le importaba que la escenografía se estuviera cayendo a pedazos, ni que los miembros del jurado, un trío formado por un chef, la novia del chef y un escritor de libros de autoayuda, no estuvieran lo suficientemente preparados para calificar o descalificar el talento de las personas que acudían en masa a la estación televisiva en busca de una oportunidad que los catapultara a la fama. Transmitido en horario nocturno, aquella noche, como todas las noches, después de una preselección aparentemente exhaustiva, pero que en realidad había dependido del azar, el primer participante fue anunciado.

-Nuestro primer participante se apoda Rodán, tiene 34 años y asegura que puede permanecer quieto como una estatua durante cinco horas.

Rodán, un hombre con aspecto de faquir, hizo su entrada maquillado de pies a cabeza con un exótico ungüento que lo hacía ver como un bloque de mármol y, ceremonioso, se encaramó sobre una tarima de un color símil al de su maquillaje para posar como El pensador, de Rodin.

-Fuera de aquí, estatua antipensante -bramó el escritor de libros de autoayuda que, en su calidad de presidente del jurado, oficiaba de juez absoluto-. Inútil, en vez de estar cinco horas en estado de inercia, debieras estar diez horas en estado de acción y reacción.

-Pero yo…

-Pero nada; dije, largo, así que esfúmate, evapórate, desintégrate y, si puedes, autodestrúyete. ¡Que venga el próximo! -ordenó con voz implacable.

-Nuestro segundo participante es un hombre de 57 años, cuyo sueño es ser el mejor imitador de Luciano Pavarotti. Su nombre es Guido, afirma ser la reencarnación de Caruso e interpretará un trozo de Pagliacci.

Guido, un hombre con evidentes problemas de identidad y con una autoestima inversamente proporcional a su gran tamaño, subió al escenario vestido de Pagliacci. Tras un breve interludio, comenzó:

-Ridi pagliaccio…

-Cierre la boca para siempre y abandone el estudio inmediatamente o llamaré a la policía – sentenció el juez.

-Según las cláusulas de este programa, los concursantes debemos finalizar nuestra actuación antes de ser descalificados -se defendió el imitador-. Además, no creo haberlo hecho tan mal, ¿o sí?

-Escucha payaso -dijo el juez, con voz amenazante-: la commedia è finita! ¿capicci?

-Capisco- respondió Guido con la partícula de un segmento de una hebra de un hilo de voz, y, avergonzado, se retiró en medio de un silencio atronador.

-Atención, nuestra tercera participante es una niña de 7 años que aspira a ser cantante profesional. Le gustan los animales y es desobediente.

-No soy desobediente -reclamó la niña.

-Cállate y sube al escenario -murmuró el presentador-. Estás arruinando mi credibilidad.

-No soy desobediente y me niego a subir al escenario si usted no rectifica esa información.

-¡Guardias!, espósenla y llévenla ante los jueces.

La niña aspirante a cantante fue conducida hasta el escenario con las manos atadas como una delincuente y, molesta, tuvo que aguardar que le quitaran las esposas para poder cantar.

-Interesante performance -opinó el chef.

-¿Qué te trae por acá, pequeña? -preguntó la novia del chef.

-Bobos -gruñó el presidente del jurado-. Es lógico que está acá para participar, o acaso ¿aún no saben que si formulan esa pregunta, obtendrán siempre la misma respuesta?

El público interpretó ese intercambio de opiniones como una situación en extremo chistosa, y todos comenzaron a reír; sin embargo, la niña contestó con seriedad:

-Estoy acá para vencer un miedo; usted escribió en uno de sus libros que la mejor forma de vencerlos, era enfrentándolos.

-No recuerdo haber escrito eso, pero, ¿qué se supone que cantarás?

-O mio babbino caro, de Giacomo Puccini.

-¡Lo que nos faltaba! -exclamó el juez-. Ya tuvimos a un Pavarotti y ahora tendremos a una María Callas.

-Para hacer más expedita su eliminación -opinó el chef-, dejémosla cantar.

-Ciertamente -dijo el juez y, observando a la pequeña, le ordenó cantar.

“O mio babbino caro

Mi piace è bello, bello

Vo’ andare in Porta Rossa”.

Medio segundo después, la niña fue obligada a regresar de donde venía, por haberle roto los tímpanos al presidente del jurado.

-¿Cómo puede ser tan despiadado al momento de juzgar el talento de otra persona? -se preguntó la pequeña, reteniendo las lágrimas; sin embargo, dado que ella no obedecía ninguna orden injusta, decidió intentarlo nuevamente y, veloz, entró por la misma puerta que la vio salir.

-Si estas escuchando esto -recitaba un anciano-, quiere decir que estoy más vivo que nunca.

-Si no quiere estar más muerto que nunca, lárguese de aquí antes de que lo estrangule -estalló el presidente del jurado-. ¡El que sigue!

-Nuestra última participante es la misma niña de 7 años que aspira a ser cantante profesional, pero que fue expulsada recientemente. Deduzco que aún le gustan los animales y considero que, en efecto, es desobediente.

Ella asintió y subió al escenario.

-Niña odiosa -farfulló el presidente del jurado.

-Vine hasta acá para cantar y eso es lo que haré -afirmó la pequeña, y sin dejar de mirar al escritor y presidente del jurado, O mio babbino caro brotó desde su alma con infinita ternura. Cuando finalizó, el silencio fue tal, que hasta el mismo público pensó que no había público. Unas manos hicieron amago de aplaudir, pero se detuvieron al notar que nadie, ni siquiera el cuerpo al cual pertenecían, las secundaban; no obstante, una persona más decidida se levantó de su asiento y aplaudió con tanto ímpetu, que pronto toda la audiencia siguió su ejemplo y se puso de pie para aclamar a la participante.

-No tienes técnica, por lo tanto, estás descalificada -remató el juez.

-¡No es justo! -exclamó la niña.

-¿Qué te hacer suponer que la vida es justa, mocosa?

-Usted escribió que lo era y yo le creo.

-Dime, pequeña charlatana, ¿te parece justo que para poder pagar mis cuentas deba ganarme la vida siendo el presidente del jurado de un programa de televisión abominable y no como escritor? -le preguntó el juez.

-Lo siento… no fue mi intención herir sus sentimientos.

El juez se echó a llorar y el público, rápidamente, tomó partido por él y comenzó a abuchear a la niña.

-Está bien, me marcho -dijo la pequeña-. Por cierto, señor presidente del jurado, le aseguro que le iría genial si se dedicara a escribir libros de autofracaso.

-¡Laaaaargo!

La orden expresada a modo de grito retumbó contra la gastada escenografía con tanto impacto, que a los pocos segundos se desmoronó. El público, Rodán, Guido, el anciano, el presentador, el chef, la novia del chef e incluso los guardias, huyeron despavoridos. Solo la niña y el juez, guardaron la calma durante la estampida.

-Regresemos a casa, papá- dijo la niña, tomándolo de la mano.

-Ahora recuerdo -murmuró el escritor, contemplándola con sorpresa-: la última vez que te vi fue esta mañana, durante el desayuno. No comprendo qué sucedió, ni por qué estamos acá.

-Oh, mi querido papá, este programa era como una pócima que te convertía en un monstruo -le explicó la pequeña.

-¿Tanto así?

-Sí, y dejabas de ser tú, pero aunque no recuerdes nada de lo sucedido, gracias a ti, logré vencer mi miedo de cantar en público -afirmó la niña, con entusiasmo.

-¡Mi pequeña cantante, estoy orgulloso de ti! -exclamó el escritor, y alzando a su hija sobre sus hombros, como una campeona, mientras pisaba los escombros de un mal momento de su vida, pensó en su familia y, envuelto en los compases de O mio babbino caro, la serenidad inundó su corazón.

Después de todo, el peor programa televisivo con la sintonía más alta de la historia, no había sido una excepción a la regla de que todo cae por su propio peso.

16 comentarios en “El extraño caso del programa busca talentos

  1. Pingback: Bajo La Sombra
  2. Sinceramente Zoe al principio me estaba pareciendo un poco soso, pero ha ido a más de forma que me ha enganchando poco a poco, al final me ha parecido muy interesante el giro que le has dado y me ha gustado.
    Por eso dicen los entendidos que hay que ir de menos a más, ir ganándote al lector despacio. Tu hoy las conseguido conmigo. Besos.

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  3. Bonsoir ou bonjour ZOE

    Tiens je pense à toi

    Aux gentils messages que tu m’apportes sur mon blog

    C’est comme un rayon de soleil

    Ceux-ci me mettent du bleu au cœur et celui-ci resplendit de joie

    Quel bonheur que tu me donnes

    Que de joie j’éprouve

    Je tiens à te remercier

    Belle journée ou belle soirée

    Bisous Bernard

    Un Peu De Tendresse

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