La Reina y su Corcel

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Existe un inmenso tablero de ajedrez, tan parecido al mundo, que hasta podría confundirse con él, pues en sus casillas, tan altas como las montañas, habitan piezas tanto o más brillantes que las personas, capaces de tomar sus propias decisiones, prescindiendo de un par de jugadores que decidan por ellas. Como si fuera el mundo, estas piezas viven en eterno conflicto, siempre debatiéndose entre el negro y el blanco, y aunque ya algunas descubrieron el gris, color que, probablemente les brindaría el equilibrio, para ahorrarse problemas optan por ser de uno u otro bando. Es cíclico, un día halagan a la corte blanca y detestan a la corte negra, y al día siguiente viceversa, y si por esos azares del destino existiera una corte de reyes amarillos, rojos o azules, su batahola alcanzaría dimensiones épicas y es fácil suponer, que su encumbrado tablero terminaría por hacerse trizas entre lo alto de las montañas y nadie se enteraría. En una ocasión, a causa de las ventiscas, ambos reyes enfermaron de gripe y, delirando producto de la fiebre, fueron confinados a sus respectivos aposentos. Tal situación enfureció a ambos séquitos; entonces, con el caos desatado al máximo, el caballo blanco más antiguo, harto de tantas riñas y preocupado por que la «brillantez» imperante terminara por consolidarse y el tablero se desbarrancara, saltó en un espectacular movimiento de L, para hablarles a todos con franqueza.

-Necesito conversar con ustedes -dijo en voz alta y seria-. Recuerden que a pesar de nuestros colores y de nuestros rangos, todos somos piezas y si estamos acá no es para cumplir con un deber que nos haya sido impuesto, sino por un deseo, que nuestra propia voluntad nos impone.

-¡No es cierto! -gritó una torre blanca.

-¿Quién rayos es este equino para sermonearnos? -rugió un alfil negro.

-Conozco a este caballo -exclamó uno de los peones-. Por culpa de él, tres de mis compañeros quedaron malheridos.

-¡A él! -gritó otro peón.

-Por favor, cálmense -pidió el caballo-. Estoy al tanto de que ambos reinos tenemos graves problemas financieros, pero seamos dignos, lo nuestro es el ajedrez y no todo consiste en qué reino aporta más o menos riquezas. Comprendan que la felicidad no es atesorar bienes, sino hermosos trozos de vida para después unirlos, transformándolos en eternidad.

-Estamos hablando de economía, no de eternidad -gruñó un alfil blanco.

-Debo admitir que eres un trebejo bastante sabio -acotó la reina negra-. ¿Piensas que en algún momento podamos vivir en paz?

-Tal vez si ambos reinos se fusionaran y no nos separaran casillas, podríamos vivir en armonía, pero mientras eso no ocurra, solo podemos apelar a nuestro sentido común y a nuestra tolerancia.

-Así es amado corcel -exclamó la reina blanca emocionada-. Tú me enseñaste a ser noble y generosa, y por ese motivo doné mi riqueza personal a las familias de los soldados caídos en combate. Escuchadme todos -habló ella con pasión-, los bienes espirituales superan a los materiales, unamos nuestras fuerzas y salgamos adelante.

Minutos después de la arenga, la reina y su corcel fueron expulsados del tablero por una chusma de piezas, armadas con antorchas y tridentes, para vagar por las montañas entregados a su caprichosa suerte y nadie volvió a saber nada más de ellos. Luego, dando muestras de una exquisita creatividad, se las ingeniaron para sustituirlos y retornaron a su eterno conflicto, siempre debatiéndose entre el negro y el blanco, como si fuera el mundo.

23 comentarios en “La Reina y su Corcel

    1. Tiene una humor bastante irónico, es obvio que lo notaste, seguramente si vuelves a leérlo mañana, notarás más detalles interesantes. Que bueno saber que te gustó, gracias por leérlo y darme tu opinión. Saludos!!!

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  1. Es el eterno dilema del bien y el mal, el blanco y el negro. Mientras no se abran bien los ojos no se vera la gama de colores que tiene el arco iris. Bonita partida aún habiendo perdido la reina y el caballo. Feliz fin de semana. 🙂

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  2. Existe un poema llamado Scachs d’amor, muy antiguo, en el cual las piezas cobran vida. Desde que lo leí, quedé prendada con la idea de escribir una historia con ellas, como si fuesen personas…

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    1. Gracias, jejeje, los reyes delirando «producto de la fiebre», al igual que muchos líderes mundiales de la actualidad. Me encanta saber que te gustó, y espero leer algo tuyo pronto, porque me gusta mucho tu estilo. Un abrazo Therilion

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      1. Es muy bueno, me gusta cuando fracasa el lenguaje, demuestra que es una parte de nosotros, que hay más aparte de simbolos verdad, de hecho es razonable, y también se siente bien no poderlo describir, es bueno dejarlo como sentimientos sin ir más allá de ellos.
        También un abrazo

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